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SOY ESPAÑOL; tribuna de Serafín Serrano

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Soy español porque he nacido en España. Obviedad aparente de un axioma que pierde credibilidad en el momento histórico que atravesamos. La corrupción política e institucional ha generado tal grado de hastío en la sociedad española que hemos empezado a renegar incluso de lo propio: identidad, raíces, patria.

Y sin ánimo de escandalizar, la Real Academia de la Lengua Española (RAE) define “patria”, básicamente, como la tierra en la que se ha nacido. Un lugar al que nos sentimos ligados por vínculos jurídicos, históricos y afectivos. En momento alguno se hace referencia a cuestiones políticas. Y es el mismo texto, la RAE, el que indica que “patriota” es quien ama su patria y procura su bien.

Tras esta breve pero necesaria introducción no es complejo interpretar que todos (y todas) los nacidos en España, al margen de ideologías políticas, somos españoles (y españolas). Por tanto no parece abominable que “alguno” (o alguna) pudiéramos desear la mejor de las suertes a nuestro país.

No es redundante indicar que el Derecho español ampara la libertad ideológica y el derecho a la libre de expresión. Derechos que, usados como medios individuales hacia un bien común, debieran engrandecernos como colectivo. Sin embargo proyectamos nuestra ira no sólo en los representantes… si no también en “lo representado”. Se genera negación y oposición activa tanto a las raíces sociales como a quienes se identifican con ellas. Y un Pueblo que niega su origen, su patria, su himno o su bandera rechaza su identidad. Y rehusar la identidad es negarse uno mismo.

Sería fácil entender que España no es los políticos que gobiernan. Tampoco lo es el Rey que la representa. España es sus gentes y sus tierras, sus ríos, mares y su cielo, su fauna, su historia y su prehistoria.

España es la prehistoria enterrada en Atapuerca o Altamira hace millones de años. Es la historia de descubrimientos y conquistas, guerras y revoluciones, científicos, poetas y pensadores que nos ha forjado como Pueblo. Con nuestros defectos y virtudes. Con nuestros aciertos y errores. Un Pueblo que ha sido capaz de unirse contra el terrorismo y otras manifestaciones de violencia o abuso (individual o institucional). Un Pueblo que toma la calle ante imposiciones y que debiera revelarse ante autoritarismos con orgullo, madurez y respeto en defensa de lo propio.

Sin embargo hoy es el español un Pueblo “harto” y peculiar que rechaza su bandera, cuyo origen se remonta a 1785. Un pueblo “cansado” que se escandaliza ante su himno, uno de los más antiguos de Europa. Hoy es el español un Pueblo que tilda peyorativamente de “fachas” a españoles, o cualquier manifestación de españolidad. Una sociedad que siente vergüenza de cualquier símbolo que represente a su país, pero orgullosa de exhibir los futbolísticos.

Preocupante. Porque mientras en otras partes del Mundo se enfatiza lo propio, que es defendido con “uñas y dientes” ante autoritarismos o regímenes políticos tóxicos o corruptos, en este país se vilipendia cualquier manifestación de ello.

Nuestra situación política no es cómoda. Ni fácil. Los últimos acontecimientos y sentencias judiciales evidencian que, personas a la que hemos confiado la gestión pública, han antepuesto intereses personales sobre los colectivos. Y nosotros, como Pueblo, tenemos el deber de actuar ante ello. De unirnos y preservar contra el corrupto. Pretender combatir la corrupción política con enfrentamiento entre iguales por cuestiones de “Perogrullo” nos hace perder la identidad como nación.

Porque España no es los “fugaces” políticos que me gobiernan. España es mi país, sus tierras, su historia y su gente. Y yo… soy español.