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Los Perros no son robots a los que podamos programar cuando mear

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Por MAr Puig – Cinco Hocicos

Adaptándonos al hierro, al cemento y a las quejas de los vecinos, los urbanitas que convivimos con perros hemos cambiado hasta la forma de pasearlos. Se acabó eso de bajar corriendo a la calle y mear. Desde el momento que llegan a casa por primera vez la tendencia es a educarlos para que no orinen hasta llegar al lugar que los ayuntamientos han habilitado para ello o, en su defecto, donde creamos oportuno que no moleste a nadie y siempre llevando a cuestas el kit de limpieza.

Si el pobre perro tiene suerte no será mucho lo que tiene que aguantar, pero eso, es cuestión de suerte porque el parque para perros lo mismo le puede quedar a 50 mts que a 1 km.  Pero ellos, sufridos donde los haya, si se tienen que aguantar se aguantan, un poco más.

Esto es un paso que se ha dado porque lo ha exigido la sociedad, nuestras vecinas y vecinos que tanto nos gritaban sólo con ver al perro pasar.  Y así, paso a paso, en estos últimos años hemos visto cómo los espacios donde podíamos entrar con los perros se iban limitando y delimitando. Y una al final se acaba volviendo un poco perra y, como ellos, si nos tenemos que aguantar, nos aguantamos un poco más. Cualquier cosa con tal de que tengan cabida en la sociedad, aunque sea apartados.

Pero todo aguante tiene un límite y en estos momentos todas deberíamos entender que, para poder cumplir nuestra responsabilidad de aislamiento general, también se tiene que considerar la situación individual. Sin riesgo a ser insultado, increpado, señalado o escupido por tus propias vecinas y mucho menos sancionada por NO INCUMPLIR ningún apartado del Real Decreto del Estado de Alarma.

Y es que debemos entender que los perros no son robots programados para acatar, ellos también se tienen que adaptar.

 Los perros son animales de rutina, les gusta tener un momento para cada cosa y que cada cosa pase en su momento.

Ahora, estando todo el día en casa con ellos, pueden parecer momentos idílicos, pero no es del todo así.  Para un perro no deja de ser un cambio muy brusco, aunque asumimos que es para bien, ellos siguen sin entender qué pasa y su única forma de hacernos ver que están “extrañados” es empezar a desarrollar conductas que antes no tenían. La mayoría no deseables, otras tantas no detectadas o no asociadas a la situación actual, cambios de rutina sin que nadie les haya avisado.

 Por lo tanto, contamos con que en el “nuevo día a día” en casa, los perros, andan más inseguros, si a eso le sumamos que los paseos no sólo no van a los de siempre, sino todo lo contrario, la situación les tensa aún más. Ahora sólo lo podemos llevar al portal de casa que es justo lo que les decimos que no pueden hacer desde el primer día que llegó. La cosa se complica tanto que, seguro que muchas personas se están encontrando con que el perro ni mea, ni caga. -En idioma perro: si se me ocurre levantar aquí la pata, lo siguiente es el mosqueo de esta que va al otro lado de mi correa y ningún perro en su sano juicio haría eso-. Y nosotros, nos ponemos nerviosos. Y nerviosos nosotros, más nerviosos ellos y entonces sale “el policía de balcón” que nos empieza a gritar que “qué hacemos en la calle” y más tensión y más estrés.

Volvemos a casa, el perro sin orinar, sin defecar y sin entender nada, pero su vejiga, de exquisita puntualidad surcoreana, presiona. Pero “casa” es otro de esos sitios donde desde que llegó le dijimos que no podían ensuciar, que para eso estaba el parque de perros. Parque de perros al que no le hemos llevado…. Y seguimos sumando.

La controversia que les estamos generando no es pequeña y desde luego tampoco es inocua*. Evidentemente esto no es una ecuación matemática que se pueda aplicar a todos por igual. Como tampoco debería ser una ecuación matemática el asociar a una persona con perro con el incumplimiento del Estado de Alarma, ni por parte de los policías de verdad ni por los nuevos “policías de balcón”.

No vivimos una situación de broma, pero convivir con un perro tampoco debe ser tomado como tal.  Ya estamos cansadas de aguantar tanto y no vamos a permitir que se se limiten nuestros derechos más de lo que lo requiere esta situación de excepción por el mero hecho de convivir con un perro. Quién debe ser perseguido es quien incumple con los requisitos que permiten la libre circulación y estar paseando al perro, en sí mismo, no infunde ninguna sospecha de que así sea. No podemos dar licencia a quien use un trato acusatorio y ni mucho menos tolerar que ningún particular se sienta en derecho de increpar, acusar. o insultar desde un balcón. Además, por primera vez, el gobierno central, nos da la razón.

*Si eres de los que convives con perro y además este es de los sensibles a los cambios, quédate leyendo un poco más, y si no, quédate también, así sumamos en vez de restar…

Como responsables de perros la situación requiere de una atención especial pero no sólo ahora, lo gordo está por venir.  Porque si han acusado el tenernos de golpe todo el día en casa imaginad como acusarán cuando nos vayamos.  Se espera que el número de perros que desarrollen problemas de conducta provocados por ansiedad por separación sea muy elevado cuando todo esto acabe. No te arriesgues a que esto ocurra, por el bien de ellos toma medidas preventivas. Su equilibrio emocional forma una parte muy importante de su bienestar y entenderlo así es una de las mayores muestras de respeto que les podemos dar. La ansiedad y el estrés es un mal muy presente pero muchas veces invisible, nuestra responsabilidad es reconocerlo para poder prevenirlo y evitarlo. Pero no es un aprendizaje que debamos llevar por nuestra cuenta. Sólo un profesional es quien debe guiarnos en cómo debemos abordar la situación. Importante, no es momento de adiestrar ni de educar, es momento de entender para poder prevenir, un etólogo o etóloga es el profesional que necesitamos para estas situaciones. Pero como siempre el primer paso que debemos dar antes de hacer caso a nadie, es consultar con quien mejor nos puede asesorar, nuestro veterinario o veterinaria habitual.

 No lo dejemos pasar, su tranquilidad es nuestra tranquilidad y la de ambos la base de una óptima convivencia.